martes, 29 de noviembre de 2011

REPORTAJE


UNIDAD DE ANÁLISIS DEL SUEÑO
Los guardianes de Morfeo
En la Clínica Universidad de Navarra se diagnostican y tratan los principales trastornos del sueño

Si alguien le dice que ronca, párese un momento antes de lanzarse a negarlo con vehemencia. Más allá de la buena fe que quepa presuponer en su interlocutor, la probabilidad es más alta de lo que usted se imagina. Según los datos, el 45% de los españoles ronca ocasionalmente, y el 25% lo hace de forma regular. Un rasgo que, en ciertos casos, representa algo más que un simple hábito molesto para los que le rodean. Puede ser un síntoma del más común de los trastornos del sueño: la apnea obstructiva.
Simplificando las cosas, la apnea obstructiva del sueño consiste en no ser capaz de respirar adecuadamente por la nariz mientras se está durmiendo. Las causas pueden ser varias, desde la postura que adoptamos al dormir hasta nuestra propia estructura facial, pasando incluso por el consumo de alcohol y, por supuesto, el “factor estrella”: la obesidad.
En la mayoría de las ocasiones, el aire que llega a los pulmones es suficiente, por lo que el problema es superfluo. Pero a veces no es así: el aire no llega y el sujeto se despierta una vez… otra vez… y así todo el tiempo, noche tras noche. Y claro, con un sueño tan interrumpido no se descansa, por no hablar del riesgo de hipertensión y arritmias cardíacas. Si tiene suerte, el paciente “sólo” experimenta una enorme somnolencia durante el resto del día, que puede llegar a incapacitarle para realizar las más sencillas actividades.
Para tratar éste y otros problemas, la Clínica Universidad de Navarra (CUN) ha desarrollado la Unidad del Sueño, un área multidisciplinar en la que trabajan especialistas de diversas ramas de la medicina, como la otorrinolaringología, la cirugía máxilofacial o, incluso, la psiquiatría.
Aunque quizás el departamento que más peso tiene sea el de Neurofisiología, puesto que es el encargado de coordinar a toda la Unidad. Además, aunque cada paciente puede acceder a ella a través de un área distinta (por ejemplo, endocrinología, si la causa del trastorno es la obesidad, o psiquiatría, en algunos casos de insomnio), ellos atienden a casi todos, pues son los encargados de realizar los estudios de sueño.
Una de las neurofisiólogas que hacen estos análisis es la doctora Elena Urrestarazu. La primera clasificación que hace de un trastorno es si se produce “por exceso o por defecto”, es decir, si da lugar a hipersomnia o a insomnio. En el caso de las apneas obstructivas, el problema es, curiosamente, del primer tipo: las dificultades respiratorias acaban derivando en un sueño poco reparador, que exige al paciente dedicar más horas del día al descanso, en un intento de suplir la falta de calidad con un exceso de cantidad.
Una vez que se conoce el problema, se decide si hacer o no un estudio en profundidad, para poder determinar, por ejemplo, la severidad de una hipotética apnea. En esta fase del proceso de diagnóstico la prueba principal es, según explica la propia doctora Urrestarazu, el estudio polisomnográfico: la prueba consiste en monitorizar, mientras el paciente duerme, diversas funciones orgánicas, la propia postura corporal, la actividad cerebral, etc.
Para poder llevar a cabo todas estas mediciones se necesita un equipo técnico muy variado: ocho electrodos adheridos con pegamento a la cabeza del paciente, para medir su actividad cerebral y saber en qué fase del sueño se encuentra; una mascarilla que registra cambios de presión, para medir el flujo respiratorio; una banda en el abdomen, para comprobar que el cuerpo sigue haciendo esfuerzos para respirar en los momentos de obstrucción; aparatos para medir el nivel de oxígeno en sangre y la frecuencia cardíaca…
Y eso no es todo. Faltan por mencionar los electrodos que revelan la actividad muscular tanto en las piernas como en el mentón (un movimiento excesivo de las piernas, por ejemplo, puede ser un síntoma), y otra pieza destinada a detectar la posición corporal. De hecho, la postura es especialmente importante, ya que, como señala la doctora Urrestarazu, “si el problema es una apnea (realmente la mayoría de los estudios lo son), puede empeorar si se duerme boca arriba”.
Armados con todo ello, es lógico que a los pacientes se les resista el sueño: “Todos se despiertan mucho más de lo normal”, reconoce la doctora Urrestarazu. Y más si se saben vigilados por una cámara que les graba, como ocurre con aquéllos que dicen moverse, hablar o gritar durante el sueño.
No obstante, a pesar de estas incomodidades, se intenta que todos puedan completar durante la noche al menos un ciclo completo de sueño. De este modo, el estudio es mucho más preciso, puesto que se pueden estudiar las variaciones que se dan entre las distintas fases del mismo: por ejemplo, hay apneas que sólo se dan en la fase REM, mientras que los movimientos de las piernas suelen disminuir o incluso desaparecer en ese mismo período.
Llegada la mañana, es el momento de analizar los datos recogidos. Por suerte para la doctora Urrestarazu, “la mayoría de los equipos permiten hacer las cosas automáticamente. Nunca es perfecto y siempre lo tienes que revisar, pero te quita muchísimo trabajo”. Así, ella pasa revista a las distintas fases del sueño mientras controla las anomalías registradas en las distintas variables, representadas en líneas de colores diversos. En unos 20 o 30 minutos, el diagnóstico está listo.
De esta forma, los tres o cuatro pacientes que suelen quedarse a dormir cada noche (aunque el número varía de un día para otro), reciben sus resultados a media mañana. El interés en lograr esta rapidez es doble: por un lado, la mayoría de pacientes son de fuera de Pamplona, por lo que en muchas ocasiones han de coger el avión o el tren de vuelta a casa; por el otro, permite que se asignen cuanto antes las cinco plazas (seis algunos días) disponibles.
Una distribución que no puede hacerse hasta conocer los resultados de la noche anterior, pues algunos pacientes deben quedarse otras 24 horas. Son aquéllos a los que se les ha diagnosticado una apnea algo severa. Vuelven a dormir en la Clínica, pero esta vez con una “ayuda”: el CPAP (siglas en inglés de "presión positiva continua en la vía aérea"), un aparato que administra aire a presión al paciente.
De este modo, si la mejora con respecto a la noche anterior es notable, el médico puede recetar el uso habitual de este instrumento. El problema es que resulta algo incómodo, por lo que muchos no lo toleran. Era el caso, por ejemplo, de Andrés Piñón, un empresario brasileño de 38 años.
Obligado por su cuerpo a dormir durante doce horas al día, Andrés se pasaba la otra mitad de la jornada con sensación de fatiga. El CPAP que le prescribieron los especialistas a los que vio en su país le molestaba demasiado. Así las cosas, decidió venir a Pamplona, a la Clínica Universidad de Navarra.
Los médicos que le vieron aquí le diagnosticaron apnea obstructiva severa del sueño, y le aconsejaron que se operara: había que eliminar el tejido sobrante del paladar de la boca y de una de las amígdalas. Al hacerlo, el aire podría pasar sin dificultad y él sería capaz de respirar adecuadamente durante el sueño. Andrés aceptó la propuesta y se puso en manos de los doctores Peter Baptista y Juan Alcalde, miembros del Departamento de Otorrinolaringología e integrantes de la Unidad del Sueño.
Desde hace un par de meses, Andrés duerme con normalidad, sin interrupciones, y se siente mucho más descansado durante el resto del día. Además, puede presumir de ser el primer paciente operado en España a través de la boca con el robot Da Vinci, un ingenio controlado a distancia y dotado de tres brazos articulados (uno con una cámara, otro con unas pinzas y un tercero con un electrobisturí).
Pero no hace falta estar en una situación tan grave como la de Andrés para querer descansar mejor. Y sobre trucos para dormir no hay nada escrito. O más bien al contrario: hay demasiado. Desde el tradicional vaso de leche con miel hasta oler una cebolla, pasando por un cambio de postura de 180 grados (poniendo la cabeza donde estaban los pies y viceversa).
De hecho, en la Unidad ofrecen varios consejos a seguir para aumentar la calidad de nuestro sueño: procurar que la temperatura de la habitación sea intermedia, cenar una hora antes de irse a la cama o evitar lo que active nuestro sistema nervioso (fumar, beber alcohol, discutir, trabajar con el ordenador, leer o escuchar música en la cama…).
Estas son algunas de las más habituales, pero existen otras pautas de conducta para dormir mejor, como establecer un horario fijo para acostarnos o hacer ejercicio con frecuencia. Entre consejos médicos y remedios caseros, la lista es larga, aunque no todos tengan el mismo valor. Y si nada de eso funciona, siempre se puede probar a contar ovejitas.

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